18 de septiembre de 2009

Nacional: La hinchada más numerosa, fiel y seguidora

"Nacional: La hinchada más numerosa, fiel y seguidora"
Informe de " La Barra de Atilio "

Cada tanto, los medios de prensa hacen referencia a la popularidad de los equipos de fútbol y, explícita o implícitamente, dan a entender que en este aspecto la ventaja la tiene el club del año 13. Pero a poco que se pongan a investigar, verán que esa es otra de las mentiras de nuestro fútbol que, no por reiterada, se va a transformar en verdad. En una de las emisiones del programa “Deporte Total” de Canal 10, en octubre de 1999, el periodista Juan Carlos Scelza afirmó con su habitual elocuencia, y sin mencionar ninguna fuente o documento que respaldara sus dichos, que “en este país, le guste a quien le guste y le duela a quien le duela, el club más taquillero es Peñarol.” El último episodio al respecto del que tengamos noticia ocurrió el año pasado cuando, previo al partido contra Tacuarembó, un periodista local le preguntó al señor Pablo Bengoechea si su equipo llevaría mucha gente al Goyenola, a lo que aquél respondió que sí porque “Peñarol es el cuadro que lleva más gente en este país” (declaraciones emitidas en Telemundo 12 el 28/04/00).



A cuenta de lo que diremos más adelante, y tomando en consideración solamente los partidos disputados por los grandes en la ciudad de Tacuarembó el pasado año, Nacional vendió 4.757 entradas y Peñarol 3.215 (una diferencia del 48%). De manera que lo que el capitán aurinegro sostuvo alegremente para la generalidad de los casos, ni siquiera se le cumplió en este encuentro en particular. Pero Bengoechea no hace sino repetir algo que muchos dicen y que nadie se anima a analizar como corresponde, sea por interés o por simple y sencilla ignorancia. De todos modos, la afirmación resulta, si no aceptable, al menos comprensible viniendo del capitán de Peñarol, que además es hincha de dicho club, pero es inadmisible de parte de un periodista que, supuestamente, debería informarse antes de emitir opiniones tan categóricas y definitivas, en aras de una imparcialidad que no es nada común en el periodismo deportivo uruguayo.



La popularidad de los equipos de fútbol es una variable que se puede medir de muy diversas maneras: por la cantidad de socios, por la venta de entradas, o a través de encuestas de opinión pública, tan de moda en estos últimos tiempos, más allá de la mayor o menor confianza que las mismas nos puedan merecer. En cuanto al caudal social, Nacional ha sido históricamente superior a su tradicional rival, con un promedio aproximado de 15.000 socios pagantes contra 10.000 de Peñarol. Si bien no existen cifras oficiales al respecto, y de acuerdo a lo publicado por el diario “El País” el 31/10/93, en su página 19, en el programa “Idolos” que conducía el periodista Amadeo Otatti, “el Cr. Damiani expresó que su club mensualmente recauda U$S 60.000 (sesenta mil dólares de USA). El Sr. Ceferino Rodríguez ha informado que su club recibe mensualmente por cobro a sus socios de la cuota correspondiente U$S 90.000 (noventa mil dólares de USA), o sea un 50% más que su viejo rival.” A quienes puedan pensar que esta tendencia quizá se haya modificado en los últimos años, nos adelantamos a señalarles que los valores en dólares se mantienen en el tiempo y que, en las últimas elecciones celebradas en Nacional los habilitados para votar eran 11.400, contra 8.910 en Peñarol.



El tema de la venta de entradas resulta un poco más complejo, pero basta un poco de voluntad para echar luz sobre el mismo. Poniendo el asunto en perspectiva histórica, y más allá de resultados ocasionales, el reconocido periodista Franklin Morales afirmaba en su libro “Fútbol: mito y realidad” (Serie “Nuestra Tierra”, Nº 22, 1969) que “desde 1950 a 1966 Nacional ha vendido un promedio ligeramente superior de entradas que Peñarol: 135.460 sobre 135.082. La importancia de la comprobación surge, más que de las cifras en sí, prácticamente iguales, del hecho de que en esas diecisiete temporadas Peñarol ganó diez veces el Campeonato Uruguayo y Nacional sólo siete. Y a partir de 1960, los aurinegros llegaron a consagraciones resonantes que convulsionaron al país, ganaron dólares y prestigio. Pero no más espectadores.” (pág. 22) Y más adelante destaca Morales: “La situación inversa no se ha producido hasta ahora. Los torneos de 1950, 55, 56, 57, 63 y 66 ganados por Nacional, también le presentan adelante en la venta de entradas.” (pág. 23)



A partir de estos datos, buscamos en los registros de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) la información sobre venta de entradas desde el año 1967, pero los funcionarios que gentilmente nos brindaron los números comprendidos entre 1992 y 2000, nos señalaron que sus archivos no contenían los datos del período 1967-81. No obstante, entre 1982 y 2000 la información es completa y netamente favorable al Club Nacional de Football.



Citando un informe del diario “El Observador”, el 31/10/93 “El País” señalaba que, de las once temporadas que van desde 1982 a 1992, en seis recaudó más Nacional (1983, 85, 86, 87, 91 y 92) y en cinco Peñarol. Cabe recordar que en este período Nacional ganó el Campeonato Uruguayo sólo en los años 83 y 92, pero a pesar de eso los hinchas mantuvimos la fidelidad a nuestros colores y seguimos siendo la mayoría, más allá de triunfos o derrotas. Los años 93, 94 y 2000 fueron los únicos favorables al tradicional rival en toda la década de los 90, que deportivamente fue la peor para Nacional. Con respecto al año 2000, cabe una aclaración: la diferencia a favor de Peñarol se basa en que en el Torneo Apertura a Nacional le “sobraron” los partidos contra Defensor y River, ya que se había consagrado campeón en la antepenúltima fecha, precisamente frente a Peñarol. Igualmente, en el Torneo Clausura los partidos con dichos clubes también estuvieron de más (sobre todo el de River) ya que Nacional llegó a la última fecha sin chance alguna.



Pero en 1995 los hinchas tricolores iniciamos una gesta única en la historia del fútbol uruguayo y quizá del mundo, que culminaría en 1999 con la obtención del único quinquenio que una hinchada de fútbol tenga en su haber. En efecto, Nacional fue el club más taquillero del Uruguay durante los años 1995, 96, 97, 98 y 99, a pesar de “quinquenios” de dudosa legitimidad. Contando todos los partidos correspondientes al fixture (sin tomar en cuenta las finales, tanto por el Uruguayo como por los torneos Apertura y Clausura), los números oficiales de la AUF arrojan en ese período un total de 1.264.218 entradas vendidas por Nacional, contra 1.151.779 por Peñarol, con una diferencia de 112.439 entradas a nuestro favor, algo así como dos estadios llenos.



Esto es lo que los números demuestran, pero no sería descabellado pensar que en realidad la diferencia a favor de Nacional en materia de convocatoria es un poco mayor: teniendo en cuenta que tradicionalmente los socios de ambos clubes grandes han ingresado gratuitamente a los partidos de local, y siendo los socios tricolores más que los aurinegros, cabe sospechar (aunque no es posible comprobarlo estadísticamente) que también serán mayoría a la hora de concurrir a los partidos. De manera que la tendencia histórica se mantiene desde 1950 hasta nuestros días: dejando de lado el período 1967-81, sobre el cual la AUF carece de información oficial, tenemos que Nacional mantuvo un promedio de entradas superior entre 1950 y 66; que fue el club más recaudador entre 1982 y 1992; y que, a excepción de los años 93, 94 y 2000, fue el más taquillero de la década del 90, con cinco años consecutivos a la cabeza (1995-99). Aunque estos ejemplos de adhesión a la causa nunca han sido ajenos para los tricolores: baste recordar el denominado Segundo Exodo del Pueblo Oriental, cuando 25.000 hinchas de Nacional coparon el Estadio Beira Río en la primera final por la Copa Libertadores del año 80, hecho hasta el día de hoy inigualado en la historia del fútbol sudamericano; o que la última vez que un equipo uruguayo agotó las localidades en el Estadio Centenario, fue el 24 de octubre de 1988, dos días antes de la última consagración continental de Nacional. Y este respaldo popular se hace sentir en todo el país, porque Nacional no es un equipo sólo de Montevideo, lo que se demuestra con la existencia de 52 “Nacionales” en el interior de nuestro país, frente a 27 del tradicional rival.



Sin dejar de reconocer que todos los indicadores objetivos en materia de popularidad favorecen a Nacional (caudal social, taquilla, filiales), agregamos un dato que en su momento para muchos pasó inadvertido. En 1997, la reconocida Consultora Datos llevó a cabo una encuesta de partidarismo deportivo, en todo el Uruguay y entre personas mayores de 18 años, publicada en exclusiva por el diario “El País”, cuyo cuadro final arrojó los siguientes resultados: el 45% de los consultados manifestó ser hincha o simpatizante de Nacional; el 42% de Peñarol, y el 13% de otros equipos. Si consideramos que la población uruguaya es de unos 3.500.000 habitantes aproximadamente, ese 3% de diferencia equivale a 105.000 personas, muy cerca de las 112.000 entradas de diferencia vendidas entre 1995 y 99, con lo cual los resultados obtenidos por la Consultora Datos parecen confirmarse en la realidad de los números de la AUF. Pero como la suspicacia y la desconfianza son características de los uruguayos, y más en materia de encuestas, sean del tipo que fueren, nos apresuramos a recordar que el director responsable de la Consultora Datos es el Sr. Víctor Björgan, reconocido por su labor como director de Canal 5 hace unos años y confeso hincha de Peñarol.



Por su parte, el diario “La República”, en su edición del 22/10/97, informaba que un grupo de inversores privados estaba interesado en emitir una tarjeta de crédito denominada Clasicard (proyecto que finalmente no prosperó), para hacer llegar a los socios de Nacional y Peñarol, con sus respectivos colores. A tal efecto encargaron un estudio de mercado en todo el Uruguay, sobre cuyos resultados el citado matutino decía: “... en Montevideo Peñarol tiene una leve mayoría de adeptos, situación que se revierte en el interior, donde Nacional recogió más adhesiones. (...) A nivel de todo el país, hay más hinchas de Nacional que de Peñarol.”



Adicionalmente, el reconocido portal de Internet “El Sitio” realizó el año pasado, previo a las finales por el Campeonato Uruguayo, una encuesta entre sus usuarios registrados, y bajo el título “Ya están los ganadores”, así anunciaba los resultados: “Por fin se sabe quién es la mitad más uno. Bueno, parece que los bolsos son mayoría. ¿Qué pasó con los manyas que por un 1% perdieron esta encuesta?”

Dentro de la relatividad de los resultados de una encuesta efectuada entre usuarios de Internet, que constituyen una minoría dentro de la población, este dato se suma a los anteriores, más abarcativos y generales, y por acumulación (no pueden estar todos equivocados) contribuye a demostrar lo que muchos sabemos pero pocos destacan como corresponde: que LA HINCHADA DE NACIONAL ES LA MÁS NUMEROSA, FIEL Y SEGUIDORA DEL FÚTBOL URUGUAYO.



Alejandro Luzardo (socio Nº 4.740) – Rodrigo Martínez (socio Nº 13.824)

Barra Atilio García – La historia que se lleva en la sangre




14 de septiembre de 2009

PASTERAS, LAICIDAD... ¿Y DESPUÉS?
(Publicado originamente en www.decano.com el 18/09/07)


Desde hace varios años, la polémica por la instalación de una o más plantas procesadoras de pasta de celulosa sobre la margen oriental del Río Uruguay, es el tema más importante de la agenda rioplatense. A diario asistimos a todo tipo de argumentaciones, denuncias y opiniones, provenientes de ambos lados del río ancho como mar. Consideraciones ambientalistas, económicas, políticas y sanitarias son moneda común en esa polémica.

En los últimos días, una nueva vertiente argumental se ha incorporado a la discusión. De acuerdo a lo publicado días atrás por el matutino 'La Diaria', 'la Fundación Botnia (...) está dictando charlas y distribuyendo en escuelas de Paysandú y Río Negro una publicación que pondera la actividad forestal (...). Lo más llamativo es que las autoridades de Primaria no están al tanto de la difusión que lleva adelante la pastera ni la autorizó.' El rotativo agrega que 'el material despertó disconformidades entre algunos padres de la escuela Nº 2 de Paysandú, que no están de acuerdo con su contenido.' Citando declaraciones de la directora del Consejo de Educación Primaria (CEP), Edith Moraes, 'La Diaria' informa que Primaria 'está alerta a que no se haga proselitismo en las escuelas ni se atente contra la laicidad', que 'la desconfianza del CEP viene por el lado de la intención' y que 'lo que viene disfrazado es con lo que hay que tener cuidado'.

El tema parece no tener relación alguna con el deporte y, menos aún, con el fútbol. Sin embargo, la tiene.

Como sucede cada año por estas fechas, durante los próximos días asistiremos a la propaganda mediática sobre el autoproclamado aniversario del club hoy privatizado. Será su primer festejo después de su privatización por parte del poder económico que maneja el fútbol uruguayo. La habitual visita a una escuela ubicada en el barrio homónimo a ese club, seguramente será la actividad que captará la mayor atención de los medios de comunicación. Es lo que viene sucediendo en los últimos años. Como en cada ocasión anterior, seremos testigos de coberturas de prensa que dotarán al evento de una aparente trascendencia. Los informativos de televisión enviarán sus cámaras a la escuela y la prensa escrita abundará en registros gráficos. Como si de una fecha patria se tratara, veremos a los niños, formados en el patio de la escuela, para asistir a los consabidos discursos de las autoridades del club hoy privatizado.

Más allá de que el festejo no condice con la realidad histórica, cabe preguntarse si Primaria tendrá en este caso el mismo celo que el que parece tener con relación a la multinacional procesadora de madera. Las palabras de la directora del Consejo de Educación Primaria (CEP), Edith Moraes, consignadas por 'La Diaria', bien podrían aplicarse al festejo que veremos en los próximos días: 'que no se haga proselitismo en las escuelas ni se atente contra la laicidad', que 'la desconfianza del CEP viene por el lado de la intención' y que 'lo que viene disfrazado es con lo que hay que tener cuidado'. Llevando la situación al extremo, cabe preguntarse también qué actitud tomaría el CEP si a cada club del fútbol uruguayo se le ocurriera usar bienes e instalaciones públicas para eventos particulares. En el mismo sentido, es dable preguntarse qué pensarán los padres de los niños simpatizantes de clubes que no son el hoy privatizado, cuando año tras año ven cómo sus hijos son utilizados para dar color a un festejo ajeno.

La defensa de principios absolutos no puede ser parcial. Un principio rector de la enseñanza pública en el Uruguay, como es la laicidad, no se puede defender en algunos casos y en otros no. Bienvenido sea el celo de las autoridades de Primaria en la defensa de ese principio. La laicidad de la enseñanza pública nacional, además de una de las tradiciones más fuertes de nuestro país y una de las fuentes del respeto internacional por el sistema educativo uruguayo, es un precepto constitucional y legal. Cumplirlo y hacerlo cumplir en toda circunstancia, tiempo y lugar, es competencia de las autoridades.

Rodrigo
editor
(Publicado originamente en www.decano.com el 18/09/07)


12 de septiembre de 2009

Gracias, Palillo...

GRACIAS, PALILLO...
(Publicado originalmente en www.decano.com circa 08/06/07)


El fútbol es casi una religión en el Uruguay. Se dice que los niños llegan al mundo con una pelota debajo del brazo. Con el tiempo, esos niños van creciendo y empiezan a soñar. Según sus gustos, intereses y fantasías, unos sueñan con ser abogados, otros maestros, algunos bomberos, aquellos veterinarios... Pero la enorme mayoría de ellos tiene un sueño en común: ser jugadores de fútbol. Y dentro de ellos, la mayoría sueña con jugar en Nacional. Así es que se calzan sus camisetas y ya se ven entrando a la “cancha” llena, aunque esa “cancha” sea un cantero de Avenida Italia, una esquina del Marconi o un campito perdido en algún pueblo del interior. El sueño es el mismo.

El tiempo les va demostrando a esos niños que fuimos todos, que el fútbol profesional es para unos pocos. Dentro de esos pocos, sólo algunos privilegiados son los que logran llegar a un equipo grande. Y en ese selecto grupo de privilegiados, hay otro núcleo, muy reducido, integrado por los más privilegiados entre los privilegiados: son los que logran meterse en el corazón del hincha. Para eso no se requiere una técnica depurada. Si de eso se tratara muchos olvidados estarían en el corazón del hincha. Lo que se requiere es algo mucho más importante que la técnica: adhesión a la causa, defender la camiseta tanto dentro como fuera de la cancha, estar dispuesto al sacrificio personal para ello y saber que lo más importante no es un jugador, sino la camiseta que defiende. Los jugadores que llegan a eso son muy poquitos. Algunos los llaman ídolos, otros caudillos. El nombre es lo de menos.

El año 1998 se presentaba para Nacional como el más importante de su historia en el aspecto deportivo. Consciente de esa situación, el club apeló a los hombres que desde sus respectivos lugares representaban lo mejor del ser tricolor. Fue así que Don Dante Iocco volvió a ocupar la Presidencia del club y Hugo De León asumió la dirección técnica. Cubiertos ambos puestos, clave en la estructura de la institución, faltaba lo más difícil: encontrar los futbolistas dispuestos a asumir el compromiso deportivo más demandante en la historia del club. Entre los que se animaron, había un flaco, alto y desgarbado, que venía del modesto Banfield argentino y al que algunos recordaban de su pasaje por Danubio. No era precisamente el jugador en el que los hinchas cifraban sus mayores expectativas, quizá porque su trayectoria anterior no lo ameritaba o porque llegó al club callado la boca, sin aspavientos ni alharacas.

Por la gloria que lleva encima, la camiseta de Nacional es la más pesada del mundo, pero ese año 98 pesaba mucho más aún. Basta recordar los primeros partidos de la temporada, tanto amistosos como oficiales, para darse cuenta de ello. La mano venía muy fea para Nacional y el comienzo del 98 parecía ir por el mismo camino. Tanto era así, que hasta la propia continuidad del cuerpo técnico estuvo pendiente de un hilo, pero ese hilo era parte de la camiseta de Nacional y aguantó, tanto que la pisada se dio vuelta con el recordado 4 a 3 sobre River Plate, remontando un 0 a 3 adverso.

En ese momento, seguramente muy pocos podían imaginar lo que aquel flaco que había llegado de Banfield, con el correr del tiempo, iba a representar para Nacional. Pero empezamos a intuirlo en los partidos más difíciles. Ese flaco casi desconocido jugaba los clásicos como si nada, como si los espíritus que impregnan la camiseta de Nacional estuvieran todos con él. Y con los años, nos fuimos dando cuenta de que lo estaban. Empezó a mandar en los partidos más difíciles y en el lugar de la cancha desde donde se dice que se empiezan a ganar o perder esos partidos. La camiseta más pesada del mundo parecía no pesarle. Menos aún le pesaba la que en esos partidos tenía en frente y todavía menos los rivales que venían con chapa de “consagrados”. Los partidos más importantes en el año más importante desde el punto de vista deportivo para Nacional, lo tuvieron entre sus protagonistas. Las copas del Apertura, el Clausura y al final la Copa Uruguaya, premiaron el esfuerzo de ese plantel y de ese flaco que al final del 98 empezó a meterse en el corazón del hincha.

En 1999, una enfermedad lo dejó fuera de las canchas durante meses y su presencia se extraño en las finales. Tanto se extrañó que Nacional no pudo ganar ese año. Pero el flaco aquel volvería por sus fueros al año siguiente y a los que vinieron después de ese. Fue el horcón del medio durante los años 2000, 2001 y 2002, y se acalambró los brazos levantando copas en Nacional. Bastaba verlo en cada festejo para darse cuenta de que era uno más de nosotros, pero dentro de la cancha. Los triunfos que ayudó a conseguir, su adhesión a la camiseta, su respeto hacia el hincha, lo fueron haciendo merecedor de un rol al que muy pocos acceden: el de caudillo. Se ganó el brazalete de capitán con sangre, sudor y lágrimas. Hasta preso estuvo por defender a trompada limpia la camiseta que amaba y dejó de lado tentadoras ofertas del fútbol extranjero por volver a vestir esa camiseta, la misma que todos soñamos ponernos alguna vez y que es la única que puede despertar una adhesión tal.

Volvió a Nacional y volvió a mandar en clásicos y en campeonatos. Como sucedía desde el 98, con él en la cancha Nacional ganó casi todos los campeonatos que disputó y forjó una racha de 10 partidos consecutivos invicto ante el tradicional rival, que hacía décadas no se producía en el Uruguay. Su corazón enorme lo hizo superar una complicada lesión de tendón de Aquiles, cuando muchos daban su carrera por terminada. Marcó la historia del club al ser el capitán del equipo que se consagró Campeón Uruguayo, el mismo año que el tradicional rival ocupó el último lugar en la tabla. El afecto y la admiración que el hincha de Nacional le profesa desde hace años se agiganta en el odio y el rencor que le guardan sus rivales, derrotados casi siempre.

Como si todo lo anterior hubiera sido poco, su constante adhesión a la causa lo hizo soportar situaciones que otros en su lugar quizá no hubieran aceptado. En muchos partidos fue al banco de suplentes, como si fuera uno más, porque la camiseta que llevaba puesta así lo imponía. Mientras “capitanes” de otros barcos decidían abandonar en medio de la tormenta, aquel flaco que había llegado en el 98 seguía ahí, firme como siempre. Y en el clásico más importante de la temporada volvió a calzarse la camiseta que no le pesó nunca. Volvió a lucir el brazalete que mereció por lo que hizo en Nacional y no en otros clubes. Con los espíritus otra vez a su lado volvió a mandar en el mediocampo y, como casi siempre, volvió a festejar un nuevo triunfo clásico, con eliminación del tradicional rival incluida. Festejó como el hincha que es y se fue como había llegado, sin aspavientos ni alharacas, como se van los grandes de verdad, los que se agigantan en la adversidad, los que no ganan el afecto de su hinchada con camisetas ajenas y los que no abandonan en las difíciles. Pero además de todo eso, que es mucho, se fue tan ganador como había llegado, con la frente en alto y mirando a sus rivales desde arriba.

La ida de aquel flaco que llegó en el 98 deja en Nacional un vacío tan grande como su propio corazón tricolor. No va a ser nada fácil llenarlo pero su ejemplo está sembrado. Varios jóvenes asoman en Nacional para seguir ese ejemplo. No será fácil para nadie ocupar el sitio que Marco Vanzini se ganó en el lugar al que todo futbolista desde niño quiere llegar: el corazón de cada hincha de Nacional que anda por el mundo. Ese lugar es para muy pocos y uno de ellos es Marco Vanzini, por siempre...

Rodrigo
Editor
(Publicado originalmente en www.decano.com circa 08/06/07)